No sé muy bien si fue la época de Pascuas, el tema de resuscitar, la vista del mediterráneo, la buena onda de Barcelona la semana pasada, cumplir el sueño de conocer los Alpes el mes anterior, o pasarme un fin de semana cocinando para gente querida, pero de a poco voy despertando de un letargo, que más que letargo fue un momento de confusión, un dar vueltas en círculo sin tener un norte.
Pensar que mi sueño era uno, decepcionarme, cambiarlo, pensar de corazón que era otro y confundirme. Decepcionar. Nunca estar a la altura de las expectativas. Cansancio. Más confusión. Después de un par de conversaciones significativas con gente querida, de a poco el cielo se aclara y se ve la luz al final del túnel.
Al final toca centrarse, enfocarse y enfrentarse a la verdad de uno para poder comprenderse y crecer. Y una vez que uno toma conciencia de su verdad, es como un río irrefrenable. Gracias a Dios, al Universo, a la vida, hay personas que nos acompañan en el camino, que de manera más amable o menos también, nos ayudan a ser mejores, nos empujan, nos aplastan, nos obligan a movilizarnos y cambiar.
He tenido unos meses de intensos y difíciles aprendizajes tanto personales como profesionales. Darme cuenta que a veces uno rema y pone toda su energía en algo, pero si el rumbo no es el indicado, al final los resultados se hacen esperar. Igual, ¿Qué sería del ser humano si no tuviera nada más para aprender? Se vienen tiempos de cambios, tiempos de turbulencias, paralelos a los del mundo, difíciles pero esperanzadores.
Toca hacer camino al andar caminante! Así que dos años más tarde voy a Londres a aclarar el panorama...
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